Más ventilación es más salud
En una publicación anterior en nuestro blog, Domus Serveis delimitó el vínculo entre eficiencia energética y ventilación. Hace poco el bioquímico de la Universidad de Colorado José Luis Jiménez declaró: "en España no se explica bien lo peligroso de compartir el aire en interiores". estamos de acuerdo ahora lo explicamos.
En el pasado, las virtudes de tener ventanas dando a la calle eran intuidas por la sabiduría popular. Las aperturas proporcionan: luz, una buena circulación del aire, regulan la temperatura, incrementan la interacción social y, en caso de accidente, son una posible vía de evacuación del edificio.
No fue sin embargo, hasta el siglo XIX cuando científicos y urbanistas miraron a la segunda ventaja de las ventanas: la ventilación. Así, los primeros estudiaron sus virtudes frente a las enfermedades, mientras que los segundos aplicaron las mejoras sobre el terreno -el plan Cerdà es un excelente ejemplo de ello-. Además de la ciudad también el campo era escenario de esta lucha por la salud. Así, las personas con tuberculosis iban a balnearios de alta montaña para oxigenarse y hacer ejercicio moderado. En resumen, la correlación entre mayor renovación de aire y más salud no es nueva: la novedad es el COVID-19.
Saltamos al presente, establecer, cuanto más tiempo mejor, corrientes de aire natural evita la sequedad de garganta que provoca usar demasiada calefacción en un ambiente cerrado y refresca la habitación. Esta bajada de temperatura, tiene dos efectos contradictorios: primero, según un reciente estudio, rompe la estabilidad térmica impidiendo que el COVID-19, sobreviva en superficies mucho tiempo y, segundo, el frío del invierno, puede hacernos enfermar en caso de que no vayamos abrigados/as. Para impedirlo, vístete con ropa interior contundente, un jersey que se pueda sacar con facilidad y una bufanda. Dicho esto, nunca nos olvidamos de los ciudadanos/as que sufren pobreza energética a ellos/as nos dirigimos en este link donde encontrarán actuaciones baratas para mejorar su situación.
A continuación, distinguiremos entre sistemas pasivos y activos de ventilación. Los primeros son incorporados de base en las edificaciones modernas y se basan en proveer a la vivienda de espacios de ventilación natural: cruzamientos, efecto venturi, fachadas ventiladas o la elección de una orientación. Los sistemas activos, en cambio, son aquellos donde la acción de quien vive a la vivienda es decisiva: abrir ventanas -el aire natural siempre es preferible- o higienizar los espacios con purificadores de aire.
La contraposición conceptual anterior no nos puede hacer olvidar que en el siglo XXI ha entrado en juego algo totalmente diferente: la domótica. Hoy en día, el usuario/aria de esta tecnología solo tiene que velar por el buen funcionamiento de los mandos y programar con ellos las condiciones de: temperatura, luz o humedad deseadas. Ahora bien, en un futuro, si se implanta masivamente el Internet de las Cosas, esto puede llegar a no ser necesario.
Los lectores/as atentos/as se habrán dado cuenta que este artículo es una historia de la ventilación. Desde la temprana intuición, pasando por la construcción como eje de la sostenibilidad en la creación de ventilación o el establecimiento de una determinada temperatura con la orientación, hasta la tecnología dirigida por el usuario o incluso capaz de autorregularse con independencia de la presencia del usuario/aria. Lo mejor de la historia, en el campo que tratamos, es que no para.
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